No creo en el cielo, ni en la suerte, ni en el amor aunque naciese un maldito catorce de febrero, no creo ni en mí aunque suene rotundamente fuerte, no creo y eso me lleva a doler en letras.
Una vez creí y me caí en un pozo por hacerlo, desde entonces sólo soy un alma hundida en la misma agua estancada que cuenta los días como uno más y no como uno menos. Muchas veces mi corazón ha plasmado a la perfección sus tormentas en cada hoja en blanco, pero soy de esos mortales a los que las musas muchas veces olvidan.
Me he refugiado en muchas cosas convirtiéndolas en mi casa, como el escribir, el escuchar la voz tenor de Alex Turner, o a Ben Kowalewicz, como dibujar y dejar cada pintura olvidada en los cuadernos para, un año después, volver a modificarla. Como el fotografiar siempre los mismos paisajes y sentir que son cada vez distintos, como el llorar por las noches y como el esforzarme en reír durante los días.
Podría decir muchas cosas de mí, como las terribles escenas que he presenciado durante mi vida, y como los momentos de plena gloria y alegría que el karma decidió regalarme... Pero el caso es que solo necesitáis saber que soy ese alma hundida que escribe y que llora, y que, ante todo, siente de forma horrible, porque esa es la parte más sincera y única de mi.
Os podré brindar los momentos más íntimos y llenos de poesía con cada una de mis experiencias descritas en metáforas, y otras, solo seré un demonio atormentado más que pasó ante vuestros ojos.
Pero adelantándome ya a cualquier acontecimiento, yo os agradezco que intentéis compadeceros de cada una de mis lágrimas en forma de letras.