la triste historia de tu cuerpo sobre el mío

Ella había aprendido a enterrar sus emociones entre montañas de ego de su habitación,
escondía sus miedos en el espejo mientras se atusaba las pestañas
y guardaba las excusas en el cajón de los calcetines,
al 3 por ciento de interés.
Un viernes por la tarde me di de bruces con su destino,
me enredé en sus fines de semana y en alguna que otra festividad (en su cuarto).
Quizás más por ansiedad que por ganas
nos desgastamos el cuerpo a latigazos de deseos
en pocos meses.
Pero quise subir a la cima des sus montañas,
reflejar sus miedos en mis pupilas
formar parte de sus lunes
y le ofrecí un plazo fijo para sus excusas en mi vida.

Para entonces ella ya no tuvo huellas dactilares
de tocarme
ni ganas de cubrir con rutina la pasión de un amor cuesta abajo
me dejó las marcas de neumático quemado en las entrañas
como quien se tira de un tren en marcha.

Para entonces yo ya no tenía ganas de querer quererla,
y ahora sólo busco encontrar mujeres de semana,
mujeres de abrigo y bufanda y no sólo de bañador,
mujeres que entiendan
que el amor consiste en algo más que un viernes por la tarde.

Autor: Álvaro
Blog: Contenciones Inespacial

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